Con una frase magistral, Luis Urueta resumió el épico choque de la primera jornada de domingo en el parque de los Marlins: "estuvimos a 90 pies de sorprender al mundo y de dejar a los dominicanos con la boca abierta''.
Y no le falta razón al manager de una Colombia que batalló hasta con las uñas y tuvo contra la pared a la gran potencia del Clásico Mundial de Béisbol antes de desmoronase gracias a una controversial regla en la 11na entrada.
La pizarra dirá que el juego terminó 10-3, pero esos números más falsos no pueden ser, porque los cafeteros sostuvieron una tremenda pulseada con los campeones y en el noveno capítulo estuvieron a pulgadas de dejarlos al campo, cuando el marcador se encontraba empatado 3-3.
Un bloqueo de Wellington Castillo al corredor Oscar Mercado impidió la potencial carrera de la victoria colombiana y levantó una protesta contra el árbitro que se saldó con dos expulsiones.
Algunos jugadores colombianos alegaron que Castillo bloqueó la ruta la goma de manera ilegal, pero el enmascarado dominicano tenía la bola en su poder antes del deslizamiento de Mercado.
"No tengo problemas con la decisión y creo que Castillo no hizo nada ilegal'', apreció Urueta. "Duele mucho que no tuvimos suerte, pero creo que le enseñamos al mundo la calidad de nuestro béisbol''.
De este modo, el choque alcanzó la 11na entrada y entonces se puso en práctica la ley de los dos corredores en primera y segunda en la apertura del tramo, algo que fue aprovechado al máximo por Dominicana y su recia tanda.
Los quisqueyanos marcaron siete en ese episodio y extendieron a 11 su racha de éxitos en estos Clásicos, mientras que Colombia era incapaz de reaccionar, quizá exhausta de tanta guerra.
"Tengo un grupo de jugadores que son un regalo de Dios'', afirmó el dirigente dominicano Tony Peña. "Los muchachos se entregaron al máximo y soportaron una gran resistencia colombiana. Seguimos adelante''.
Nuevamente, el parque de los Marlins abrió sus puertas para una multitud ruidosa de 36,952 -con boleto pagado- que se constituyeron un nuevo record: por primera vez en la historia del edificio hubo dos llenos totales de manera consecutiva.
Si Dominicana se abrió paso a la siguiente ronda no con un carro, sino con una rastra de leña, Colombia luchó como pudo con una defensa y unos fundamentos que llenan de esperanza el futuro del béisbol en esa tierra.
Colombia jugó al cuerpo a cuerpo, sin complejos ni miedos, respondiendo golpe con golpe, y estrategias arriesgadas como cuando decidió pasar de manera intencional a Machado en la sexta para lanzarle a Robinson Canó, quien conectó para doble matanza.
Colombia jugó, además, con oídos sordos al oleaje incontenible de banderas y ritmos dominicanos que han penetrado por los cuatro costados del parque de los Marlins y lo convirtieron en un sitio vivo.
A esos fanáticos incansables se les va a extrañar, porque Miami no vivirá otros días así ni cuando suceda el Juego de las Estrellas de las Grandes Ligas. Una asistencia igual, seguro. Unos aficionados tan pasionales, jamás.
Fuente: El Nuevo Herald