Foto: Reuters/Manuel Silvestri
La pandemia del coronavirus paradójicamente le ha generado un respiro al planeta. La parálisis industrial en países como China, la reducción del número y la frecuencia de vuelos entre distintos destinos, así como del tráfico vehicular interno y el encierro obligado en el que se encuentran miles de personas en varias ciudades del mundo, han permitido que se reduzca el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero.
Aunque el alivio será momentáneo y no resolverá de fondo la crisis climática existente, tal y como lo indicó Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas (ONU), lo cierto es que el coronavirus sí le ha dejado buenas noticias al medioambiente.
Fábricas cerradas, autopistas vacías, calles desérticas… son estampas que se repiten en todo el mundo a medida que la pandemia del Coronavirus avanza inexorablemente. El paro brusco de las actividades humanas tiene, paradójicamente, un gran beneficiado: el medio ambiente. El descenso de la cantidad de desplazamientos en vehículos a motor, la disminución de la producción industrial y el consumo se traduce en menos contaminación, aguas más limpias y cielos más claros. Desde China hasta Venecia, Barcelona o Madrid, estos son algunos de los efectos secundarios positivos de la crisis sanitaria.
En China, mejora drástica de la calidad del aire.
Los datos no mienten. A lo largo de todo el mes de febrero, el primero del largo confinamiento que lleva la provincia china de Hubei, el promedio de días sin contaminación atmosférica aumentó en un 21,5% en comparación con las mismas fechas del año anterior, según un informe del Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China. Asimismo, las imágenes de satélite publicadas por la NASA y la Agencia Espacial Europea mostraban una reducción drástica de las emisiones de dióxido de nitrógeno en las principales ciudades del país.
Lauri Myllyvirta, integrante del Centro de Investigación en Energía y Aire Limpio (CREA), en Estados Unidos, indicó que el cierre de fábricas y comercios en China, al igual que las restricciones de viaje impuestas para hacerle frente a la pandemia, produjo una considerable disminución en las emisiones de dióxido de carbono (CO2), esto debido a la baja sustancial en el consumo de combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón, entre otros). Esta cifra representa, a su vez, una reducción del 6% a nivel global.
"La demanda de electricidad y la producción industrial de China permanecen muy por debajo de sus niveles habituales, según varios indicadores", afirmó Myllyvirta en un análisis publicado en el portal especializado Carbon Brief. La experta agregó que esta tendencia se ha mantenido. Calcula, de hecho, que durante las últimas tres semanas el gigante asiático emitió 150 millones de toneladas métricas (mtm) de CO2 menos que durante el mismo período del año pasado, el equivalente a todo el dióxido de carbono que una ciudad como Nueva York emite durante un año.
Sin embargo, se teme que las medidas que adoptadas por las autoridades y las fábricas para estimular la economía y el regreso de los trabajadores a las fábricas vuelvan a aumentar las emisiones contaminantes por encima de los promedios históricos en su afán de recuperación financiera.
· En Italia: niveles insólitos de dióxido de nitrógeno.
· La cuarentena en la que se encuentra este país que ha hecho que la calles permanezcan solas, y ha propiciado el retorno de los animales. En Venecia, el agua de los canales luce mucho más clara debido a la nula presencia de turistas y de tráfico de góndolas. Su calma ha permitido que cardúmenes de peces de varias especies salgan de sus escondites. Además, ha incrementado el número de cisnes recorriendo los caños. “La laguna se apropia de Venecia, sin vertidos y sin tráfico, se puede ver el fondo de los canales. Deberíamos reflexionar sobre la explotación del turismo turístico en Venecia “, escribía en Twitter Palli Caponera en una fotografía en la que se observa una barca sobre aguas cristalinas. Con menos tráfico por los canales, los sedimentos arrastrados por las embarcaciones vuelven al fondo, reduciendo considerablemente el agua turbia y devolviendo a Venecia una estampa digna del más bello cuadro renacentista.
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Algo similar ha acabado pasando en Europa, donde la oleada de confinamientos producidos durante los últimos días también se ha traducido en una mejora drástica de la calidad del aire. Así lo revelan los datos del satélite Sentinel 5P, en los que se aprecia una reducción significativa de la contaminación atmosférica coincidiendo con las medidas drásticas de confinamiento tomadas en los últimos días. La animación muestra las fluctuaciones de dióxido de nitrógeno entre el 1 de enero y el 11 de marzo de 2020.
· Según datos del consistorio de la capital de España, la ciudad ha reducido la contaminación atmosférica hasta en un 35%, debido principalmente a la combinación de dos factores: las medidas de confinamiento por el coronavirus y la inestabilidad meteorológica. Los datos facilitados diariamente por el Sistema de Vigilancia de Calidad del aire del Ayuntamiento de Madrid no dejan lugar a dudas: durante los días de confinamiento, los cinco distritos de la ciudad cuentan con medidas catalogadas dentro de la categoría “muy bueno” del índice de calidad del aire. Por su parte, en Barcelona los datos de la Generalitat indican que las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) se redujeron a la mitad tras solo tres días de confinamiento.
La aerolínea estadounidense American Airlines de su lado dio a conocer hace unos días que suspendería sus vuelos diarios desde Nueva York y Miami hacia Milán, debido a la reducción en la demanda. Así mismo, Ryanair, British Airways, Latam y TAP han anunciado cancelaciones en sus viajes, especialmente hacia Italia.
Se estima que un avión que recorre ida y vuelta entre Madrid y Nueva York emite entre 2 y 3 toneladas de dióxido de carbono (CO2) por pasajero, lo que significa si la aeronave transporta entre 150 y 300 pasajeros, la contaminación sería de entre 900 y 1.350 toneladas.
Un avión Airbus A380, con capacidad máxima de combustible de 323.546 litros, emplea la cantidad de energía que equivaldría al combustible usado por 3.500 automóviles.
Una bendición para los animales salvajes
La prohibición temporal del comercio de fauna silvestre impuesta por China para combatir el coronavirus se ha convertido en la tabla de salvación para muchos animales amenazados, en vista de que ese país por tradición tiene gusto por los productos con base en especies consideradas exóticas.
Por eso en esa nación se pueden encontrar desde sopas hechas con murciélago, testículos de tigre o partes del cuerpo de la civeta de palma, hasta cobra frita y la pata de oso estofada. Y es que según la idiosincrasia china este tipo de alimentos son considerados un privilegio, manjares. Otros los consumen como medicina tradicional (pangolines) sin importar el grado de vulnerabilidad en el que se encuentren en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y si pueden o no representar un riesgo para la salud pública.
Frente a este panorama, la iniciativa de ley para prohibir tanto el consumo como el tráfico de animales salvajes que cursa en el Comité del Parlamento chino, podría constituirse en su bendición.
Se estima que más del 70% de las infecciones emergentes en humanos provienen de animales, particularmente de animales salvajes. "Estamos entrando en contacto con especies de vida silvestre y sus hábitats con los que no estábamos antes. Por lo tanto, tenemos una serie de nuevas enfermedades vinculadas a nuevos contactos entre virus, bacterias y parásitos humanos y previamente desconocidos", dijo a la BBC Ben Embarek, del Departamento de Nutrición y Seguridad Alimentaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El tráfico ilegal de fauna silvestre mueve alrededor de 20.000 millones de dólares al año y es el cuarto comercio ilegal más grande después de las drogas, el contrabando de personas y falsificación.
"Esta crisis de salud debe servir como una llamada de atención", expuso el World Wide Fund for Nature (WWF) en un comunicado. Y así debe ser. Esta pandemia debe servir, además, para generar una mayor conciencia social frente al cuidado del planeta y el uso racional de los recursos naturales.
Fuentes: National Geographic
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